martes, 10 de enero de 2012

JESÚS J. BLANCO | texto JESÚS J. BLANCO | texto 01/04/2007

Flavio regresa a casa acompañado por su madre. Antes de entrar hace mil piruetas, juguetea, da vueltas sobre sí mismo y se agacha para coger piedras pequeñas o arrancar algunas hierbas con sus manos y arrojarlas al aire. Por fin supera la verja del jardín, pero antes de entrar en casa realiza nuevos rituales, como pasar su mano varias veces por los peldaños de la escalera o caminar adelante y atrás. Parece feliz. «Cada día lo mismo. Hay que tener paciencia...», comenta Josefa Rodríguez con resignación. «Anda, Flavio, dile a este señor cuantos años tienes». Se hace un poco de rogar pero responde: «diez». «¿Cómo que diez, pero si tienes 31, y hasta te han salido canas», bromea la mujer. Flavio es uno de los miles de afectados con trastorno de espectro autista (TEA), un conjunto de alteraciones semejantes pero que se manifiestan en un grado y forma diferente de unas personas a otras. En líneas generales todos los autistas presentan dificultades para la comunicación y la interacción social y desarrollan una serie de patrones repetitivos en su conducta. Los padres son las otras víctimas involuntarias de esta discapacidad, pues muchas personas con TEA requieren una atención constante. Una vida organizada y un horario programado desde la mañana hasta la noche son las claves para conseguir que la realidad que Flavio comparte con su madre sea un modelo de convivencia. A las 9.30 horas Flavio espera el autobús, que le traslada al centro de día de la Fundación Menela, en Galicia, donde realiza diversas actividades tutelado por monitores. A las seis de la tarde regresa al hogar y ayuda a su madre en los quehaceres cotidianos. «Le mando hacer su habitación y la deja impecable», comenta Josefa con orgullo. Aunque se siente feliz de poder compartir la vida con su hijo Josefa García sabe que la situación no puede durar para siempre y el futuro le preocupa.  «La Fundación surge a partir de la sensibilización de varias familias y gracias a la donación de terrenos de algunas personas concienciadas con el problema del autismo». «Los autistas tienen derecho a vivir su vejez con dignidad y en unas condiciones adecuada». Una vida plena ¿Pero es posible que los autistas puedan llevar una vida como la nuestra? ¿Una vida que les permita independizarse de sus padres y trabajar y ganar dinero para lograr su plena integración en la sociedad? …

1 comentario:

  1. Me parece muy importante que existan asociaciones y centros especializados con atención individualizada y especializada, con áreas formativas e incluso áreas laborales y como complemento actividades como piscina o fisioterapia.
    Desde luego debe existir centros que promuevan diferentes programas que favorezcan el desarrollo y la inserción sociolaboral de las personas en la etapa adulta.

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